En medio de un escenario diplomático que parecía congelado, la relación entre Siria y Estados Unidos toma un giro inesperado. El presidente sirio Ahmed al-Sharaa confirmó que realizará una visita oficial a la capital estadounidense el próximo noviembre, con el objetivo central de sumarse a la coalición internacional contra el Estado Islámico.
Desde el fin del régimen de Bashar al‑Assad en diciembre de 2024, Siria había quedado aislada del escenario diplomático occidental. Ahora, con al-Sharaa al frente, Damasco opta por una estrategia de aproximación que combina firmeza interna y apertura externa.
Un encuentro clave que reconfigura alianzas
La visita a Washington simboliza una apuesta táctica: Siria busca legitimar su gobierno, aliviar sanciones y redefinir su lugar en el tablero global. Estados Unidos, por su parte, pretende incorporar un nuevo actor en la lucha contra el Estado Islámico y reforzar la estabilidad en Oriente Medio.
El enviado especial estadounidense para Siria, Tom Barrack, afirmó que la entrada de Siria a la coalición será un “punto de inflexión” para la seguridad regional. La agenda de al-Sharaa contempla una reunión en la Casa Blanca con el presidente Donald Trump, lo que evidencia la importancia simbólica de este paso.
De la insurgencia al poder: el nuevo rostro de Siria
La trayectoria de Ahmed al-Sharaa es tan inusual como repleta de contrastes. Excombatiente insurgente, detenido en Irak y líder de movimientos rebeldes, hoy encabeza un país en transición. Su interés en ingresar a la coalición contra el Estado Islámico busca cambiar el signo de su gobierno y abrir puertas diplomáticas que durante años estuvieron cerradas.
El cambio de estrategia se acompaña de un ofrecimiento de reformas internas: integración de milicias al Estado, diálogo con minorías y una política exterior más calculada. Esta visita a Washington representa también un compromiso público para alejarse del pasado y enfocar el presente hacia la reconstrucción.
Riesgos, expectativas y el juego de poder regional
Aunque la visita de al-Sharaa despierta esperanza entre algunos analistas, no faltan advertencias. Sectores kurdos, grupos opositores y la comunidad internacional exigen garantías en materia de derechos humanos y transparencia. El acuerdo con la coalición contra el Estado Islámico podría ser interpretado como un “rescate diplomático” de Siria, pero también como una estrategia para legitimar al nuevo presidente.
La alianza con Estados Unidos y la coalición internacional abre a Siria la posibilidad de recuperar inversiones, infraestructura y apoyo externo. Pero en paralelo, la influencia de Rusia, Irán y Turquía en el país no desaparece: el nuevo gobierno debe navegar ese complejo entramado para consolidar su poder real.
El futuro de Siria se está escribiendo en Washington
La visita programada para noviembre pondrá a Siria bajo los reflectores internacionales. Mientras tanto, al-Sharaa y su equipo trabajan en preparar discursos, documentos y compromisos que faciliten su ingreso en la alianza anti-Estado Islámico. Si la firma se consuma, Siria pasará de aislamiento a actor activo en la seguridad regional.
Un país que sufrió más de una década de guerra ahora se asoma a un nuevo rol. Pero el éxito dependerá de su capacidad para cumplir los compromisos anunciados, reformar internamente y equilibrar sus relaciones externas. La próxima parada: Washington.


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