La crisis en Venezuela volvió a colocarse en el centro del escenario internacional cuando Estados Unidos rechazó una propuesta directa de Nicolás Maduro: dejar el poder en un plazo de dos a tres años, bajo un plan de transición controlado. Era una oferta inesperada, nacida de conversaciones secretas y tensiones acumuladas tras años de sanciones, bloqueos diplomáticos y maniobras militares en el Caribe. Sin embargo, para la Casa Blanca, cualquier demora en la salida del líder chavista era inaceptable.
Todo comenzó semanas atrás, cuando el portaaviones Gerald R. Ford, el más grande de Estados Unidos, apareció frente al mar Caribe. La imagen —una sombra de acero y poder— recorrió los despachos diplomáticos de Washington, Caracas y las capitales latinoamericanas. Para algunos, era un gesto simbólico; para otros, una señal inequívoca de que el tablero se movía hacia un nuevo equilibrio.
Y mientras ese gigante naval avanzaba, la historia se tensaba en silencio.
Crisis en Venezuela: el centro del conflicto geopolítico
A medida que funcionarios estadounidenses analizaban el ofrecimiento de Maduro, la crisis en Venezuela se convertía en un rompecabezas estratégico. Trump aprobó operaciones encubiertas de la CIA dentro del país: acciones psicológicas, cibernéticas o de sabotaje diseñadas para preparar el terreno ante cualquier cambio radical.
No era la primera vez que Washington exploraba este tipo de maniobras, pero sí la primera ocasión en que coincidían tantos factores: presión militar, negociaciones informales, acusaciones de narcotráfico y la posibilidad —aunque mínima— de una transición pactada.
Según fuentes cercanas a las conversaciones, en una de esas rondas clandestinas Maduro habría insinuado algo más: acceso preferencial al petróleo venezolano para empresas estadounidenses. Un guiño que, hace una década, habría sido impensable.
Pero la desconfianza pesaba más que cualquier promesa.
Mientras eso ocurría, el Pentágono elaboraba listas de instalaciones vinculadas al narcotráfico que podían ser atacadas. La CIA definía escenarios. Y el Departamento de Estado preparaba la designación del Cartel de los Soles como organización terrorista, un movimiento que abría puertas legales, logísticas y militares.
La tensión crecía como una línea recta sin retorno.

Operación Lanza del Sur y el mayor despliegue militar en el Caribe
El ambiente cambió por completo cuando Washington confirmó la llamada operación Lanza del Sur: la mayor concentración de fuerzas en el Caribe desde la crisis de los misiles de 1962.
Quince mil soldados, infantes de marina, bases activadas en Puerto Rico, buques anfibios, aviones de vigilancia, comandos especializados. La diplomacia seguía sobre la mesa, pero ahora caminaba junto a la sombra del poder militar.
En medio de esta escalada, Trump mantuvo dos reuniones clave en la Sala de Situación. A la pregunta de si consideraba enviar tropas terrestres a Venezuela, respondió con una frase seca y abierta:
“No descarto nada. Solo tenemos que ocuparnos de Venezuela”.
La señal quedó claro: todo escenario era posible.
Simultáneamente, Estados Unidos reconoció la realización de 21 ataques contra embarcaciones presuntamente dedicadas al narcotráfico, con al menos 83 muertos. A puerta cerrada, sin embargo, funcionarios del propio gobierno admitieron que los barcos transportaban cocaína, no fentanilo, como Trump había declarado.
La narrativa pública y la realidad operativa comenzaban a divergir.
Entre negociaciones secretas y presión militar
A pesar del endurecimiento, el canal informal con Caracas siguió operando. Algunas voces en la Casa Blanca creían que Maduro podría abandonar el poder si obtenía garantías de seguridad y una transición lenta. Pero para Washington, aceptar un periodo de dos o tres años equivalía a prolongar la crisis en Venezuela, perpetuando su impacto regional en migración, seguridad y narcotráfico.
El estancamiento parecía total. Y sin embargo, la diplomacia seguía respirando entre sombras, conversaciones cifradas y emisarios discretos.
El final de esta historia aún no está escrito. Pero algo es seguro: la tensión entre Estados Unidos y Venezuela ha entrado en una nueva etapa, más compleja, más peligrosa y mucho más visible en el tablero global.La crisis en Venezuela continúa, ahora marcada por la oferta rechazada, la presión militar y el juego silencioso de las negociaciones secretas.