
Salomón Jara apareció nuevamente en el centro del debate público cuando múltiples voces del movimiento social oaxaqueño señalaron que las expectativas generadas al inicio de su administración se desvanecieron con el paso de los años. Desde su llegada al poder, las esperanzas se centraron en que Salomón Jara representaría una transformación auténtica para los sectores históricamente marginados, pero la percepción actual apunta a un desencanto profundo. En las calles, en las organizaciones civiles y en las comunidades, las narrativas coinciden en que el liderazgo de Salomón Jara no ha respondido a la altura del compromiso que prometió.
A medida que los testimonios se multiplican, el nombre de Salomón Jara se vuelve eje de discusiones sobre violencia, feminicidios, burocracia lenta, falta de mecanismos de atención y una tensión creciente entre el gobierno y quienes defienden los derechos humanos. La figura de Salomón Jara emerge como un símbolo contradictorio: por un lado, un gobernador que nació del movimiento social; por el otro, un mandatario acusado de reproducir las mismas prácticas que alguna vez criticó. Cada día, nuevas comunidades agregan su voz a una lista que evidencia el estancamiento administrativo.
Distancia entre su discurso y la realidad.
Al recorrer distintas regiones del estado, la ciudadanía señala que lo que más desconcierta del gobierno de Salomón Jara es la distancia entre su discurso y la realidad. El relato oficial insiste en enfatizar avances, apertura y resultados, pero las organizaciones refieren que sus experiencias indican lo contrario. Las mesas de diálogo, según testimonios, parecen más un trámite de protocolo que un mecanismo efectivo. Así, la imagen de Salomón Jara se desdibuja entre promesas incumplidas y decisiones que, según críticos, apuntan a concentrar el poder en detrimento del equilibrio institucional.
Expectativas incumplidas y vigilancia ciudadana
Las principales organizaciones defensoras de derechos humanos denunciaron que durante el gobierno de Salomón Jara se consolidó un retroceso institucional preocupante. Las áreas encargadas de investigar delitos, proteger víctimas o emitir recomendaciones presentan conductas que, para los colectivos, revelan una inclinación a favorecer al poder ejecutivo. Este contexto alimenta la idea de que Salomón Jara mantiene un control político excesivo sobre los poderes estatales, una dinámica que genera inquietud debido a los altos índices de violencia, especialmente contra mujeres.
En entrevistas y foros comunitarios, activistas han insistido en que la administración de Salomón Jara opera con una lógica de desconfianza hacia quienes cuestionan sus decisiones. Cada reclamo, dicen, se enfrenta a una respuesta defensiva y no a un análisis responsable de los problemas. En algunos casos, se han reportado señalamientos y descalificaciones públicas contra defensores, lo que intensifica el clima de confrontación y miedo. Mientras tanto, las familias afectadas por la violencia se sienten cada vez más abandonadas.
Feminicidios y desapariciones: una herida que no cierra
Uno de los puntos más sensibles para la ciudadanía es el incremento de violencia feminicida. Durante el sexenio de Salomón Jara, colectivos han documentado cifras alarmantes que reflejan un deterioro continuo. Madres, hermanas y amigas que buscan justicia perciben que las instituciones operan sin empatía, sin capacidad y sin el impulso político necesario para detener el ciclo de impunidad. Muchas familias denuncian que después de presentar una queja, solo encuentran silencio y lentitud.
En diversas comunidades, el nombre de Salomón Jara es mencionado tanto en protestas como en marchas nocturnas que exigen justicia por mujeres asesinadas o desaparecidas. Activistas explican que no buscan confrontar por confrontar; buscan resultados, políticas públicas efectivas y procesos transparentes. Pero la falta de estos elementos alimenta la indignación. Para quienes viven esta realidad, la administración de Salomón Jara no ha logrado generar un entorno seguro ni ha ofrecido soluciones estructurales.
Un gobierno desconectado del territorio
Los reclamos apuntan también a una profunda distancia entre el gobierno de Salomón Jara y los territorios indígenas, campesinos y comunitarios. En municipios donde antes existían mesas de trabajo constantes, ahora se habla de puertas cerradas o de la imposibilidad de coordinar acciones con las instituciones estatales. Diversas organizaciones asocian este distanciamiento a un estilo de gobierno centralizado, en el que las prioridades se definen desde el escritorio y no desde las necesidades reales de la población.
Para algunos líderes comunitarios, el principal problema es que Salomón Jara no reconoce la magnitud del enojo social. Creen que su administración asume que la crítica proviene de la oposición política, cuando gran parte proviene de quienes le dieron su apoyo electoral. Ese desencuentro entre gobernante y ciudadanía genera tensiones que podrían evitarse si existiera un diálogo más profundo y honesto.
El desencanto en el ámbito educativo
El sector educativo, uno de los pilares históricos del movimiento social oaxaqueño, también ha expresado su molestia. Docentes señalan que la gestión de Salomón Jara no ha logrado destrabar procesos administrativos básicos, lo que ha provocado retrasos en recategorizaciones, pagos y trámites esenciales para la operación de las escuelas. Aunque la narrativa oficial destaca voluntad y apertura, los hechos indican que las soluciones llegan tarde o simplemente no llegan.
El magisterio reclama que en múltiples ocasiones la administración estatal ha intentado trasladar la responsabilidad de sus fallas a la Federación, una estrategia que ha generado molestia porque desvía la atención de los problemas estructurales del estado. En consecuencia, la percepción es que Salomón Jara ignora la dimensión del deterioro institucional, mientras los docentes lidian con escuelas sin recursos, trámites estancados y un discurso oficial que niega las dificultades reales.
La urgencia de un cambio de rumbo
Las organizaciones civiles afirman que aún hay tiempo para que el gobierno de Salomón Jara realice ajustes significativos. Aunque la decepción es grande, también existe un llamado a la reflexión interna para que el mandatario reconozca los errores y adopte medidas que brinden resultados concretos. Sin embargo, para que esto suceda, se requiere que Salomón Jara deje de minimizar la crítica social y escuche las voces de quienes han acompañado las luchas históricas del estado.
La historia reciente de Oaxaca demuestra que los cambios profundos surgen cuando la ciudadanía y el gobierno construyen rutas compartidas. Para ello, es indispensable que Salomón Jara fortalezca la independencia de poderes, impulse políticas públicas reales y deje atrás las confrontaciones con defensores, comunidades y docentes. Solo entonces se podrá hablar de una transformación genuina y sostenible.