Tumbas revelan un hallazgo extraordinario en Tlatelolco

Tumbas descubiertas en Tlatelolco exponen entierros, rituales y la vida cotidiana de los mexicas antes de la Conquista

Tumbas revelan un hallazgo extraordinario en Tlatelolco
Tumbas revelan un hallazgo arqueológico clave en Tlatelolco que reescribe la historia prehispánica de la Ciudad de México

Tumbas marcan el punto de partida de una historia que llevaba siglos enterrada bajo el asfalto, el tránsito y los edificios de la ciudad moderna, hasta que un proyecto de salvamento arqueológico hecho por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)  abrió una ventana directa al corazón de la vida mexica en Tlatelolco, durante el Posclásico Tardío. Lo que parecía una obra urbana más, terminó convirtiéndose en un relato profundo sobre muerte, ritual, jerarquía social y memoria ancestral.

El hallazgo de restos humanos, estructuras domésticas, un tlecuil y cerámica del estilo Azteca III confirma que este sector de la actual colonia Guerrero fue, durante siglos, un espacio habitado, trabajado y ritualizado. Las tumbas encontradas no sólo revelan el acto final de la vida, sino también la manera en que esa comunidad comprendía la muerte, el linaje y el lugar de cada individuo dentro de su organización social.

El rescate arqueológico que abrió la tierra

Los trabajos de salvamento comenzaron como una intervención preventiva impulsada por la necesidad de documentar cualquier vestigio previo a una obra urbana. Desde los primeros cortes en el suelo, los arqueólogos detectaron capas de ocupación humana que se superponían como páginas de un libro escrito con arcilla, fuego y piedra.

A través de nueve unidades de excavación, una cala y un pozo estratigráfico de más de 38 metros de profundidad, se identificaron 24 capas con intervención humana. Cada capa fue una señal inequívoca de que debajo del concreto persistía la huella viva de una ciudad que alguna vez vibró con actividades cotidianas, rituales y redes familiares.

Las tumbas comenzaron a aparecer como puntos de anclaje temporal. No eran simples restos óseos, sino evidencia directa de cómo se despedía a los muertos, cómo se disponían los cuerpos y qué objetos los acompañaban hacia el más allá.

El simbolismo del entierro en la cosmovisión mexica

Para los mexicas, la muerte no significaba un final absoluto, sino una transición. Las tumbas no eran únicamente espacios de depósito corporal, sino puertas simbólicas hacia otros planos de existencia. La orientación del cuerpo, la postura, los objetos asociados y el contexto arquitectónico ofrecían pistas detalladas sobre la identidad del individuo.

Uno de los hallazgos más sensibles fue el de un infante de aproximadamente cinco años, localizado dentro de una fosa oval con una ofrenda bicónica al estilo de Texcoco. A su alrededor, fragmentos óseos de animales formaban parte del acompañamiento ritual. Este tipo de entierro habla de una concepción profundamente espiritual de la infancia y del tránsito hacia la muerte.

Las tumbas infantiles reflejan no sólo el dolor de la pérdida, sino también el deseo de asegurar un tránsito digno hacia otro mundo, cargado de símbolos, protección y esperanza.

El neonato y el adolescente: historias de dos vidas truncadas

El segundo hallazgo corresponde a un neonato colocado en posición de decúbito ventral, bocabajo, con los pies orientados en sentido opuesto al infante mayor. Ambos se encontraban juntos, a un costado de un muro. La disposición no es casual y sugiere una conexión simbólica entre ambas muertes.

En otro punto del sitio apareció el cuerpo incompleto de un subadulto de aproximadamente 15 años. La ausencia del cráneo abre varias hipótesis que los especialistas analizan: desde procesos naturales de deterioro hasta prácticas rituales específicas.

Estas tumbas permiten reconstruir no sólo edades y condiciones físicas, sino también escenarios sociales complejos. La muerte en Tlatelolco no era homogénea; cada individuo parecía recibir un tratamiento acorde a su posición, su edad y el contexto familiar.

La vivienda mexica y su jerarquía social

La arquitectura doméstica localizada en las excavaciones sugiere que la familia que habitó este espacio no pertenecía al estrato más bajo de la sociedad. La presencia de cerámica doméstica de buena calidad, aunque no suntuosa, refleja que se trataba de un grupo que se encontraba por encima de la jerarquía de los esclavos.

Las tumbas asociadas a este tipo de vivienda fortalecen la hipótesis de una familia con cierto grado de estabilidad económica y reconocimiento comunitario. El hecho de que se hayan encontrado entierros en las cercanías del hogar refuerza una práctica común en varias culturas mesoamericanas: enterrar a los muertos en espacios próximos a la vida cotidiana.

Este vínculo entre vivienda y muerte demuestra que los ancestros no se separaban del todo de los vivos. Seguían formando parte del entorno doméstico, como guardianes silenciosos de la memoria familiar.

La ausencia europea y el Tlatelolco puro

Uno de los datos más relevantes de este hallazgo es la ausencia total de ocupación europea en el sitio excavado. Esto confirma que, tras la Conquista, los españoles se concentraron principalmente en el centro de Tenochtitlán, cerca de los antiguos palacios, dejando sectores como este fuera de su ocupación directa.

Las tumbas, los muros y las capas de ocupación corresponden directamente a la última etapa prehispánica del asentamiento. Esto convierte al sitio en un testimonio casi intacto del Tlatelolco mexica previo a la ruptura histórica de 1521.

Cada fragmento cerámico, cada resto óseo y cada estructura doméstica encontrada se transforma así en una cápsula del tiempo que permite observar sin intermediarios el pulso final de una de las ciudades más importantes del mundo mesoamericano.

El valor del fuego y la cocina ritual

La presencia de un tlecuil, un fogón prehispánico, añade una dimensión vital al hallazgo. Este elemento no sólo habla de alimentación cotidiana, sino de rituales domésticos donde el fuego era un vínculo entre el mundo humano y las fuerzas sagradas.

La proximidad entre cocina, vivienda y tumbas evidencia que la vida y la muerte no estaban separadas por muros simbólicos infranqueables. Ambas coexistían en un mismo espacio, integradas dentro de la rutina familiar.

Este dato refuerza la idea de una cosmovisión donde los ciclos naturales, la fertilidad, la muerte y el renacimiento formaban una misma cadena espiritual.

La ciudad moderna sobre capas de historia

El descubrimiento en plena zona urbana de la Ciudad de México confirma que buena parte del territorio capitalino descansa sobre ciudades antiguas aún no exploradas en su totalidad. Las tumbas halladas en la Lagunilla son sólo una pequeña muestra de la magnitud arqueológica que permanece bajo el suelo.

Cada obra, cada excavación y cada intervención urbana abre la posibilidad de nuevos hallazgos que transforman la comprensión que se tiene del pasado. El subsuelo es un archivo vivo que guarda historias de familias, de rituales y de tragedias que aún esperan ser contadas.

Las tumbas funcionan como anclas temporales que permiten fechar ocupaciones, reconstruir modos de vida y entender la evolución de los asentamientos humanos en la Cuenca de México.

La ciencia detrás del hallazgo

Los restos óseos fueron cuidadosamente extraídos para su análisis en laboratorio. A través de estudios osteológicos se buscará determinar dieta, posibles enfermedades, causas de muerte y vínculos familiares. El análisis de los huesos animales permitirá reconstruir patrones de consumo y uso ritual.

Las tumbas también serán estudiadas desde una perspectiva simbólica y cultural. La orientación de los cuerpos, el tipo de ofrendas y su relación con la arquitectura ofrecen datos fundamentales para comprender cómo los mexicas concebían el tránsito hacia el más allá.

Cada elemento recuperado será integrado a una base de datos que alimenta el conocimiento colectivo sobre la historia prehispánica del centro de México.

Memoria, identidad y presente

Las tumbas no sólo hablan del pasado. También interpelan al presente. Recordarnos que bajo el concreto late una historia antigua obliga a replantear la relación entre desarrollo urbano y preservación del patrimonio.

El hallazgo reaviva el debate sobre cómo construir sin destruir la memoria, cómo avanzar sin borrar lo que nos define como sociedad. La arqueología urbana se convierte así en una disciplina clave para equilibrar modernidad y herencia cultural.

Las tumbas encontradas en Tlatelolco no pertenecen únicamente a un pasado remoto, sino que forman parte de la identidad viva de una ciudad que se ha reinventado una y otra vez sobre sus propias ruinas.

El mensaje final de la tierra

Al final del proceso de excavación, lo que queda no son sólo huesos, cerámica y muros antiguos. Queda una narrativa humana profunda que atraviesa siglos. Las tumbas se transforman en mensajeras de una vida que existió, amó, luchó y murió en el mismo suelo que hoy pisamos.

Este descubrimiento recuerda que la historia no está escrita únicamente en libros, sino también debajo de nuestros pasos. Y que, cuando la tierra se abre, el pasado habla con una claridad que ninguna crónica puede igualar.

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Giovanna Cancino es una experimentada profesional de la comunicación, Licenciada en Ciencias y Técnicas de la Comunicación. Con más de una década de trayectoria en medios impresos y digitales, se ha consolidado como reportera y editora. Su profundo conocimiento se refleja en sus colaboraciones en la sección deportiva 'Sport Judge', así como en las importantes secciones Nacional e Internacional, asegurando una cobertura fiable y relevante para nuestros lectores.
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