En 1967, la comedia “The Producers” de Mel Brooks se convirtió en una sátira inmortal: un productor busca crear un desastre teatral que, irónicamente, termina siendo un éxito inesperado. Casi 60 años después, “Emilia Pérez”, el extravagante musical dirigido por Jacques Audiard, parece estar replicando esa premisa, pero esta vez en la vida real.
Estrenada entre críticas divididas, indignación en redes sociales y debates sobre representación cultural, la película ha generado más conversación de la que probablemente buscaba.
La trama de «Emilia Pérez»: Delirio narrativo con pretensiones
El filme sigue la historia de un narcotraficante mexicano que, tras una vida de crímenes, decide transicionar de género y convertirse en Emilia Pérez. Con la ayuda de una abogada (interpretada por Zoe Saldaña), Emilia busca proteger a sus hijos, simular su muerte y eventualmente redimirse montando una ONG para víctimas del narcotráfico.
¿El giro? La película es un musical. Y no uno particularmente bueno.
¿Por qué “Emilia Pérez” está en el ojo del huracán?
La indignación hacia la película viene de múltiples frentes:
- Representación cultural inverosímil: Filmada mayoritariamente en Francia, el “México” de Audiard es un collage de clichés visuales y narrativos.
- Elección del elenco: Selena Gómez y Zoe Saldaña, dos estrellas internacionales, enfrentan críticas por sus interpretaciones y, en particular, por su español titubeante.
- Guion y ejecución: La trama absurda y los números musicales mal ejecutados convierten la experiencia en un viaje de humor involuntario.
Pero más allá de las fallas técnicas y narrativas, la pregunta que muchos se hacen es: ¿por qué esta película ha generado tanta polémica?
Entre el mal cine y la crítica social
Aunque suene irónico, la indignación hacia “Emilia Pérez” parece haber magnificado su presencia en la esfera pública. Y aunque gran parte del descontento es válido, también surge otra reflexión: ¿es la película misma el verdadero problema?
Ficción vs. realidad
El cine ha sido siempre un espejo de las sociedades que lo producen. En este caso, “Emilia Pérez” presenta una premisa absurda que, en el fondo, apunta a un tema profundo: la dificultad de la redención para quienes han causado daño.
Sin embargo, esta intención se diluye en una ejecución que, más que provocar reflexión, genera risas involuntarias. Las canciones, los diálogos y las decisiones de casting son vistas como oportunidades perdidas.
El trasfondo cultural
La afirmación de que en México “no hay talento suficiente” para interpretar ciertos papeles (según declaraciones de la producción) ha encendido un debate sobre la falta de representación auténtica en la película. México cuenta con una rica tradición actoral que Audiard pasó por alto, optando por estrellas internacionales que no logran conectar con el público local.
¿Por qué nos importa tanto?
La verdadera pregunta es: ¿por qué un filme evidentemente malo ha capturado tanta atención? Quizás porque toca fibras sensibles:
- Narrativas del narcotráfico: En un país donde la violencia del narco es una realidad cotidiana, la ligereza con que se aborda el tema genera rechazo.
- Falta de representación: En un mundo globalizado, el cine aún enfrenta críticas por perpetuar estereotipos y excluir voces auténticas.
- Premios y reconocimiento: La película ha recibido premios y elogios en festivales internacionales, lo que para muchos parece una burla hacia narrativas más legítimas y auténticas.
Reflexión: El verdadero foco de la indignación
Es fácil enfocar la ira en una película mal hecha, pero más difícil es dirigirla hacia los problemas reales que retrata, aunque sea de forma fallida.
- Los verdaderos responsables: Mientras el público debate sobre Selena Gómez y Zoe Saldaña, las autoridades mexicanas ignoran las demandas de las víctimas del narcotráfico.
- Cultura y política: El cine tiene el poder de moldear narrativas, pero no debería ser nuestra única fuente de indignación.
Conclusión: Una lección de prioridades
“Emilia Pérez” es, al final del día, una película mala. No es una conspiración cultural ni una herramienta de propaganda, sino un producto fallido que intenta ser relevante y no lo logra.
La verdadera reflexión debería ir más allá del cine y hacia las estructuras que perpetúan las tragedias que películas como esta intentan abordar, aunque sea torpemente.
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