El enfoque multilateral dominó la inauguración de la cumbre del G20 en Johannesburgo, un encuentro marcado por ausencias políticas, tensiones diplomáticas y un escenario global que exige cooperación urgente. Desde las primeras horas del día, el ambiente en Sudáfrica transmitía una mezcla de expectativa y presión: era la primera vez que la cumbre se realizaba en suelo africano, un continente que por décadas ha clamado mayor representación y voz en las grandes decisiones del mundo.
Sudáfrica abre la cumbre con un mensaje contundente
En su discurso, el presidente Cyril Ramaphosa dejó clara la postura que guiaría el encuentro: solo a través del esfuerzo multilateral —dijo— será posible enfrentar retos que van desde la guerra hasta el clima. Su voz resonó en un auditorio lleno de delegaciones que representan el 85% del PIB mundial y dos tercios de la población del planeta, demostrando que la cooperación es indispensable incluso en tiempos de fracturas diplomáticas.
Ramaphosa no evitó los temas incómodos. Habló de desigualdad, de deuda, de responsabilidad global y de la urgencia de actuar de manera coordinada. Pero también quedó claro que esta cumbre llegaba con una herida abierta: el boicot de Donald Trump, quien se negó a asistir alegando desacuerdo con las prioridades del gobierno sudafricano.
El fantasma de Trump y las sillas vacías del G20
La ausencia del expresidente estadounidense no fue la única. Xi Jinping, Vladimir Putin, Claudia Sheinbaum y Javier Milei también quedaron fuera del encuentro. Sin embargo, fue la actitud de Trump la que definió la narrativa inicial: un rechazo frontal al espíritu multilateral que Sudáfrica deseaba proyectar.
Mientras las cámaras enfocaban la silla vacía de la delegación estadounidense, en los pasillos se comentaba que su ausencia sería utilizada como argumento para frenar la declaración final del G20, una estrategia que Washington ya había puesto sobre la mesa. La posibilidad de que la cumbre cierre sin un comunicado conjunto flota como una sombra política que podría debilitar su impacto global.
Ucrania, clima y desigualdad: el corazón del debate
El primer gran tema fue la guerra en Ucrania, especialmente porque la propuesta de Trump para poner fin al conflicto se coló en las conversaciones a pesar de que él no estaba presente. Ursula von der Leyen anunció que los líderes europeos discutirían el tema por separado, conscientes de que cualquier solución deberá pasar inevitablemente por negociaciones multilaterales intensas.
Por la tarde, la agenda climática se cruzó con la tensión de la COP30 en Brasil, donde los desacuerdos sobre la eliminación de los combustibles fósiles mantienen el proceso en el limbo. El mundo mira con preocupación cómo las dos reuniones —las más importantes del año— avanzan entre incertidumbres.
Sudáfrica también empujó la creación de un panel internacional contra la desigualdad económica, inspirado en el IPCC climático, con la intención de medir, documentar y presionar por cambios estructurales. Su propuesta fue aplaudida, pero muchos líderes reconocen que será difícil lograr consensos.
Un G20 simbólico en un momento decisivo
La cumbre de Johannesburgo tiene un valor histórico enorme: es el cierre del ciclo de presidencias del “sur global”, iniciado en Indonesia, continuado en India y Brasil, y ahora heredado por África. Un ciclo que intentó reequilibrar el orden mundial, dar mayor voz a regiones tradicionalmente marginadas y poner sobre la mesa la importancia de la justicia global.
En la mitad del análisis, la palabra multilateral vuelve a tomar fuerza. Ya no se trata de discursos, sino de decisiones concretas que definirán la economía, la seguridad y el clima durante las próximas décadas. Y mientras Trump insiste en una visión proteccionista y aislacionista, el resto del mundo parece decidido a evitar que ese enfoque vuelva a dominar los foros internacionales.
¿Habrá declaración final?
El gran interrogante —y uno de los puntos más tensos— es si los líderes presentes lograrán emitir una declaración conjunta. Estados Unidos ya dejó clara su negativa a firmar un documento en nombre del G20 si Trump no estuvo presente en las reuniones preliminares.
Aun así, Sudáfrica insiste en avanzar. Para Ramaphosa, lograr un acuerdo sería “una señal importante de que el multilateralismo puede alcanzar resultados”, incluso en momentos de división global. Las delegaciones diplomáticas ya revisan borradores, aunque, para evitar tensiones, este año el texto podría no llamarse “Declaración de dirigentes del G20”.
La cumbre del G20 en Johannesburgo marca un antes y un después en la historia del bloque. En medio de guerras, crisis climática, desacuerdos energéticos y tensiones diplomáticas, Sudáfrica elevó la bandera del enfoque multilateral, apelando a la responsabilidad colectiva. La ausencia de Trump no frenó el mensaje central: el mundo enfrenta desafíos que ningún país puede resolver solo. La cooperación, la unidad y el compromiso seguirán siendo esenciales para un futuro más justo, más seguro y más sostenible. Y en ese cierre, la idea multilateral permanece como guía, como advertencia y como esperanza.
